Todos los que han pasado por Afganistán no lo han pasado bien. Alejandro Magno sudó tinta para doblegarlos, los mongoles salieron arrasándolo todo en venganza, los soviéticos tuvieron allí su particular Vietnam y en la actualidad la cosa no ha mejorado demasiado.
Además, las épocas en que los afganos no tienen un invasor de quien defenderse, se dedican a guerrear entre las distintas tribus. Un viejo provervio afgano refleja muy bien el espíritu belicoso de este pueblo:
“Yo y mi país contra el mundo; yo y mi tribu contra mi país; yo y mi familia contra mi tribu; yo y mi hermano contra mi familia; yo contra mi hermano.”
Pero uno de los episodios más terribles que allí se ha vivido, ocurrió durante una de las tres guerras que los Británicos (sí, los ingleses también) tuvieron con los afganos y donde sólo William Brydon vivió para contarlo.
En plena época del colonialismo europeo, ingleses y rusos se disputaban la posesión de Afganistán. Los rusos buscando una salida al océano Índico y los Británicos para garantizarse una amplia y tranquila frontera entre la Rusia zarista y su posesión más preciada, La India.
El hecho que nos ocupa ocurrió en 1842. Los ingleses resistían como podían en la ciudad de Kabul, pero una liga de tribus afganas, apoyadas y armadas por los rusos los tenían rodeados. Eran 6.000 afganos contra 4.500 soldados ingleses e indios, pero lo que más preocupaba eran los 12.000 familiares, la mayoría mujeres y niños, que también estaban en la ciudad.
Como el asunto no pintaba nada bien, el general inglés que estaba al mando, negoció una tregua para rendir la ciudad a cambio de que les dejaran marchar hasta un fuerte en Jalalabad, cerca de la frontera con la India.
El pacto parecía haber quedado sellado pero en cuanto la caravana abandonó la ciudad, fueron atacados y hostigados sin piedad.
Miles de personas murieron a tiros, a cuchilladas o por el frío reinante. Todos menos 14 entre los que se encontraba William Brydon. A William le habían dado con un sable en la cabeza provocándole una profunda herida, pero una revista que se había puesto bajo el sombrero para quitar algo de frío, amortiguó un poco el golpe, aparte de taponarle la hemorragia. Además tuvo la fortuna de encontrarse con un soldado moribundo que le cedió el caballo que tenía.
Pero no se acaba aquí. Los 14 supervivientes lograron llegar a una aldea cercana a Jalalabad donde los lugareños les ofrecieron su hospitalidad. Pero resultó ser otra trampa. A nueve de ellos los mataron mientras dormían, cuatro más fueron abatidos cuando huían y sólo Wiiliam Brydon consiguió llegar al fuerte de Jalalabad montado en el caballo que le había dado el soldado. El único superviviente de los más de 16.000.
Años más tarde William sobreviviría a otro terrible asedio, el asedio de Lucknow, en la India, aunque en esta ocasión el resultado no fue tan desastros